lunes, agosto 13, 2012

Sueño

Esto es un aporte de mi hermana Cecilia. Una pesadilla en una noche cualquiera...


Entré en la casa y estaba vacía, busqué desesperadamente a mis hijos y no estaban. Estaba todo desordenado, pero no demasiado, parecía sólo que habían estado allí y que salieron dejando todo como para volver luego. Mi corazón cada vez latía mas fuerte, entré a todas las piezas llamándolos, pero no estaban. Sabía que algo andaba mal, hacía días que estaba inquieta y no había podido dormir bien, pero no sabía que era, sólo algo que se respiraba en el aire...

A los minutos llega Enrique desesperado diciendo incoherencias, preguntándome por los niños en forma exacerbada. Yo le dije que no estaban, su cara se transformó, me tomó de los hombros, pensé que me iba a pegar o algo así pero por el contrario: me abrazó y se puso a llorar desconsoladamente. Yo no entendía nada, lo abracé preguntado qué le pasaba, luego dije:

-Los niños deben haber salido a comprar pan con la señora Ana - y ahí fue cuando me dijo llorando la peor cosa que me han dicho en mi vida

- Cecy, los niños nunca van a volver.

Mis piernas se me debilitaron, sentí que la sangre se me bajó a los pies, en un segundo miles de imágenes pasaron por mi mente, rompí en llanto, preguntando

-¿Qué paso?- ¿Por qué me decía eso? - ¿Dónde están? – gritaba, ahora era yo la alterada...


***


Hace un tiempo que todos mis amigos solteros me hablaban de lo fuerte que era la presión social sobre el matrimonio y los hijos, el estar soltero era casi una carga. El rechazo interno que esto les producía era demasiado fuerte, todos querían desarrollarse como profesionales o artistas, querían tener la libertad de poder viajar en cualquier momento y poder decidir sobre sus vidas sin depender de nadie, tanto así que muchas parejas de amigos terminaban sus relaciones para no llegar al matrimonio, o los casados no duraban más que un par de meses o años. No soportaban la idea del compromiso, tenían el gran miedo de perder la libertad, sobre todo por la carga de los hijos. Muchos amigos y amigas tenían brillantes carreras profesionales, pero se sentían frustrados por no tener un matrimonio y una familia, y esto no les permitía sentirse completamente exitosos, tanto era así que dejamos de ver a varios de ellos por que no les gustaba vernos casados y con hijos, era como si se lo refregáramos en la cara sin quererlo.


***


De pronto, a nuestra casa entró un amigo que no veíamos hace mucho, él era un exitoso diagramador en un periódico (él estuvo casado, pero se separó a los seis meses). Nos saluda muy indiferente mirando la casa por todos lados.

- ¿Ya se llevaron a los de ustedes?- dice.

Enrique asiente. Yo los miro horrorizada, ¿quién se los llevo? ¿Qué esta pasando?

Enrique habla con él, de espaldas a mi, y Cristián se va con una extraña sonrisa en la cara. Enrique me mira.

- Ya nada volverá a ser lo mismo, hermosa -dice - la comunidad mundial de solteros se decidieron a cambiar el mundo y todo lo que les molesta –agrega. Se calla y se toma la cabeza. No lo cree y yo tampoco. Lo empujo para salir.

- Vamos a buscar a los niños - él me detiene. Lo miro con rabia - ¡Vamos que te pasa!

- No sacamos nada - me dice él abrazándome.

- ¡Yo no me voy a quedar, alguien los tiene y se los voy a quitar!- salgo a la calle y era un caos en todos lados. Había gente llorando, gritando nombres, los que me imagino eran de sus hijos, otros andaban semidesnudos gritando felices como en una fiesta. Se escucha desde muchos departamentos música muy fuerte. Había muchos grupos bailando en la calle y bebiendo alcohol. Yo no entendía nada, pero caminando entre la multitud, escuchando sus gritos y viendo los carteles que decían “individualidad”, o “libertad de ser”, “éxito”. Empecé a entender todo, mientras caminaba media mareada de dolor y de confusión. Empecé a recordar las miles de conversaciones que escuché en distintas ocasiones a las que jamás les di importancia.


***


Estábamos en el departamento de Cris y Julia. Eran una linda pareja de diseñadores se amaban mucho y siempre hacían reuniones con amigos. Mientras conversábamos alegremente con Enrique, decidimos anunciarles que estábamos esperando nuestro primer hijo. Todos se quedaron callados. Al cabo de unos segundos atinaron a sonreír y felicitarnos, pero inmediatamente noté que Julia se fue a la cocina con los ojos llorosos. Fui a verla y ahí estaba, llorando.

- ¿Qué onda Julia?, ¿Qué pasa?- se seca las lágrimas.

- Es que Cris no esta ni ahí con casarse ni con tener hijos.

- Pero yo pensé que tú tampoco pos Julia - le dije sonriendo.

- Pero es que ya tengo 30 y no quiero tener hijos vieja.

- Pero galla ¿te querís casar de verdad? - le dije, tratando de ayudar - Nosotros ahora ya no soñamos con ir a Europa, con un hijo en brazos es otra cosa yo estoy reasustada, es una gran responsabilidad igual.

- Desde que ustedes se casaron siempre peleamos por esto -dice sollozando - yo le decía que por qué no nos casamos, si nos queremos tanto. Ahora ya se me pasó lo de casarme, me da lo mismo, pero si me gustaría tener hijos.

- Galla, no te enrrollís, cuando yo no pueda salir porque no tengo quien me cuide la guagua, ahí te cagai de la risa...


Con el tiempo la relación de ellos cada vez se puso más difícil, Julia se sentía demasiado insegura en todo sentido por el hecho de que se sentía rechazada por Cristián, al no querer casarse o de asumir una relación completa con ella. Lo difícil vino cuando teníamos que juntarnos todos los amigos. No sabíamos a quien invitar para que no se encontraran. Finalmente los dos dejaron de vernos, nosotros le recordábamos su relación y al parecer nuestra familia, que pronto creció a 4. Les chocaba de alguna manera.


***


En Internet hay muchos salones de chat, pero hubo uno que se masificó en forma increíble: el chat de solteros profesionales. Fue ahí donde se empezó a hablar del tema de la frustración que les causaba el no estar casados, aunque en realidad no lo querían. Sentían la presión social y eso nos los dejaba realizarse completamente. Yo ya les había oído a algunos amigos hablar de una supuesta ciudad virtual donde no existía el matrimonio ni la familia. Existía la libre elección de pareja sin compromisos ni tampoco los niños. Si una mujer quedaba embarazada se enviaba a los niños a un criadero, donde serían educados por gente especializada y financiada por los solteros. De todas formas eran necesarios para perpetuar la especie, pero de alguna manera sería en forma controlada para no sobrepoblar el planeta. Yo siempre escuché esto con simpatía, me recordaba una película de los años setenta basada en un libro, pero yo lo veía como un juego virtual y nada más.

Caminando entre la multitud llorando y sin saber donde ir, no se me ocurría dónde podían estar mis hijos, dónde se los llevaron. De pronto me quedo parada frente a una vitrina en la que los televisores que estaban prendidos. Estaba la imagen del presidente que llamaba a la calma. Repentinamente, él era empujado por muchos hombres jóvenes.


- ¡Libertad!, ¡libre albedrío! - gritó uno que había tomado el micrófono.

El presidente mira horrorizado a sus guardias que no lo ayudan sino que se abrazan con la gente que acaba de tomar el poder. En la calle veo a varios ancianos arriba de un furgón escolar mirándome con una cara triste, pero al verme me sonríen sin ganas y me hacen adiós con las manos. De pronto llega Enrique agitado por haber corrido. Me toma la mano y me hace correr con él

- También se llevan a los viejos, según ellos a un lugar digno - me dice, jadeando- sigamos la camioneta para ver donde van.

Yo no entendía nada. Mi cabeza latía y mis piernas no daban más. No podía creer que esto estuviera pasando. Corriendo, vimos que la camioneta se metía dentro de lo que era antiguamente una universidad. Al llegar a la puerta, ésta ya estaba cerrada. Empezamos a gritar a los que estaban de guardia.

-¡Dónde están los niños!, ¡donde los tienen!

No nos miraban. Estuvimos mucho rato, hasta que uno se acercó.

- Aquí solo están los viejos - nos dijo, y se fue sin decir nada más.

Nosotros quedamos sin aire, pero sacando fuerzas de flaqueza, Enrique y yo corrimos hacia la plaza más cercana a nuestra casa. Estaba llena de gente, todos en sillas de playa, en el suelo, algunos semidesnudos. Al irnos acercando notamos que algunos estaban haciendo el amor. Horrorizados, desesperanzados, ya no sabíamos qué hacer, lo que se decía en todas partes parecía hacerse realidad. Nos sentamos para pensar un momento. A lo lejos se escuchaban risas de niños. Enrique caminó hacia un tradicional colegio frente a la plaza, pero todas las ventanas estaban cerradas y las puertas y rejas eran más altas que antes. Nos dimos cuenta de que ahí podría estar nuestros hijos. Entonces, yo aún sentada en una hamaca, me recosté, porque me sentí algo mareada. Veía borrosamente a Enrique que intentaba infructuosamente entrar a ese colegio. Mis ojos se cerraban cuando siento que una mano entraba en mi pantalón, por detrás de mí. Me doy vuelta, es a un hombre al que jamás había visto.

- ¡Déjame! – grité.

El tipo retrocede. Enrique se da cuenta y lo saca de un tirón. Entonces, se recuesta a mi lado y me abraza. Los dos lloramos juntos y extrañamente empezamos a acariciarnos y a besarnos, a hacernos el amor, pero llorando. Con la mente muy lejos de ahí. Tal vez sería la última vez que estaríamos juntos...