lunes, enero 04, 2010

Verdaderos amigos

Íbamos caminando a 10 minutos del metro Santa Ana, él acababa de contarme lo bien que va su vida con su nueva novia. No era habitual que anduviéramos en ese sector, ya ni recuerdo por qué estábamos ahí. Él andaba con su chaqueta negra típica y el bolso de su notebook era un poco más grande de lo habitual, lo que hacía que se viera mucho más pequeño de lo que es. "Ya poh, acompáñame", me dijo. Era una tortura caminar al metro a dejarlo, era una vuelta innecesaria para mí porque después tendría que volver sobre mis pasos para emprender mi propio camino. En ese momento pensé en decirle mil cosas, 250 excusas por las cuales no acompañarlo, y de esas por lo menos 100 eran verdades absolutas, razones plenas e irrefutables para no ir. Pero ahí partió el weón... aguantando sus historias (repetidas ya la mayoría, ya habíamos comentado lo importante de las pololas, del fútbol y del trabajo y estudio), su paso lento, su risa a veces escandalosa o bien con ahogos. 20 minutos perdidos, 10 para allá y 10 de vuelta, pero los 10 de vuelta, todo el rato caminando fue completamente pagado, pues fue llevando un agradable, sincero, verdadero y positivo pensamiento de "puta que me cae bien este weón por la chucha".